El símbolo en el poema Veinte poemas de amor y una canción desesperada de Pablo Neruda
El símbolo en el poemario Veinte poemas de amor y una canción desesperado de Pablo Neruda.
En Veinte poemas de amor y una canción desesperada de Pablo Neruda nos muestra el símbolo de la naturaleza, el mar y el cuerpo femenino. Nos despliega un lenguaje cargado de símbolo que expresan el amor, deseo, naturaleza y desolación.
La primera vez que llegó el poemario Veinte poemas de amor y una canción desesperada, a mi mano, supe que este poeta tenía un toque muy particular; es decir, que Pablr pérdida. El símbolo en
Pablo Neruda no ilustra; condensa la experiencia amorosa y su desgarro,
llevando lo íntimo a lo universal. Cuando leo estos versos, me siento testigo
de un mapa emocional que se despliega ante mí: lo que parece personal e
intransferible se abre hacia un lenguaje compartido. Así, el 20 poemas de
amor análisis se convierte en un ejercicio de reconocimiento: en el cuerpo
amado, en la noche del silencio o en el mar que borra las huellas, halló una
síntesis de lo que somos frente al deseo, la pérdida y la memoria.
Más que imágenes decorativas, los símbolos en la poesía
de Neruda constituyen una arquitectura del deseo, una estructura emocional
que se sostiene en el contraste entre plenitud y ausencia. Y en La canción
desesperada, Neruda retoma, configura y lleva al límite ese tejido
simbólico, clausurando el libro con un tono de lamento que no suprime el eros
sino que lo transfigura. Esto se puede constatar en la Fundación Pablo Neruda, donde cuenta con una Biblioteca Digital donde se pueden descargar documentos relacionados con el poemario; además una sección conmemorativa del centenario del libro que recoge materiales críticos, históricos y celebratorios.
En la Fundación, al conmemorar los "100 años de Veinte poemas", no sólo recuerda, sino recontextualiza el libro en su época, en el mundo hispanoamericano, en las traducciones y en la recepción internacional. Esa capa meta-textual (la conmemoración institucional) me permite leer los símbolos en doble plano: 1.- El mar como símbolo no sólo funciona en el poema, sino como emblema cultural que la Fundación reinvoca como patrimonio literario. 2.- La noche, la memoria y la ausencia adquieren eco en la Fundación como sitio de archivo: custodiar el legado, preservar los manuscritos, mantener viva la memoria poética. Es decir, el símbolo poético dialoga también con el símbolo institucional del archivo.
Método de lectura: símbolo, campo semántico y contexto.
Cuando me acerco a Neruda, sé que el símbolo no es un adorno
ni una metáfora aislada. En mi método de análisis literario, considero
al símbolo como un signo poético que condensa una red de sentidos. Esto me
permite ver que cada símbolo no aparece solo, sino que se integra en un campo
semántico, es decir, en un conjunto de palabras asociadas que se refuerzan
mutuamente: el mar, por ejemplo, nunca llega sin gaviotas, playas o
huellas borradas.
Para este símbolo poético, rastreo su recurrencia, sus modulaciones y su manera de dialogar con el tono. En este libro, la voz lírica oscila entre la exaltación erótica y el desgarro elegíaco. Esa oscilación se condensa en los símbolos, que funcionan como nodos donde deseo y ausencia se anudan. La “canción desesperada” final es decisiva porque reescribe los símbolos previos: la noche, el río, el mar. Así, la obra no cierra de manera arbitraria: clausura retomando su propio lenguaje, convirtiendo la poesía en una economía circular del deseo y la memoria. En el Dossier Neruda de la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes se recoge la edición digital de los versos, sino estudios críticos que ayudan a situar la obra en su contexto literario e histórico. En ese contexto nos permite ver por qué ciertos símbolos cobran sentido, y cómo funcionan en conjunto dentro de un campo semántico que atraviesa toda la obra.
Primero, definamos los términos esenciales; un símbolo es un signo literario que remite más allá de lo literal, condensando sentidos múltiples en un elemento concreto (una imagen, una palabra recurrente) El campo semántico es la red de palabras, imágenes y nociones que gravitan alrededor de ese símbolos - sus asociaciones, variaciones y limitaciones -. Y el contexto es el entorno literario, histórico, biográfico y cultural que condiciona la elección de esos símbolos y su valor para el lector contemporáneo. En Veinte poemas es uno de los símbolos más potentes es el mar. El mar aparece recurrentemente como manifestación del deseo, de la vastedad de sentimiento, también como metáfora de la pérdida. En el Dossier Neruda se observan notas críticas que destacan como Neruda no usa el mar como paisaje decorativo, sino como arquitectura simbólica; palabras como "olas", "playas", "huellas" o "arenas" se combinan con verbos de borramiento, erosión o retirada.
En este campo semántico del mar, coexisten palabras de movimiento (oleaje, marea) palabras de memoria (huellas, rastros) palabras de borrado (borrar, desaparecer) Esa red fortalecida hace que cada aparición del mar lleve consigo ese universo simbólico latente. Otro símbolo central es el cuerpo femenino, que en el Poema I Neruda evoca con imágenes de "blancas colinas" o "muslos blancos" (esa inclinación hacia lo geográfico) Allí el cuerpo no es solo el objeto de deseo; se convierte en paisaje, topografía del sentimiento. En su campo semántico se entrelazan palabras de pureza (blancas, cielo) de geografía (colinas, tierra) de unidad (universalidad) y de cercanía íntima. El cuerpo aparece elevado a cosmos íntimos, un territorio que al mismo tiempo ama y duela.
La noche/ silencio/ ausencia conforman otro nodo simbólico. En poemas como el Poema XV ("Me gustas cuando callas porque estás como ausente") o en otros versos del libro, ("la noche no es mera oscuridad"), sino presencia de la ausencia. Su campo semántico incluye silencio, estrellas, oscuridad, distancia, eco. Esa constelación simbólica sugiere que el otro existe también en su retirada, que el silencio puede ser voz y memoria. Esa ambivalencia hace que el símbolo de la noche tenga fuerza dramática; es presencia en la ausencia. Por último, el símbolo del tiempo/ olvido/ memoria estructura frecuentemente el cierre simbólico de muchas poemas, especialmente en el Poemas XX, donde Neruda dice: ("Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido") Allí, la paradoja temporal se vuelve símbolo; el amor es breve, el olvido se extiende. En su campo semántico convergen término de duración, fugacidad, escritura, recuerdo y duelo. Ese campo da sentido a múltiples alusiones a versos, palabras no dichas, cartas y latidos que laten en la memoria.
Para entender por qué estos símbolos aparecen con tanta frecuencia en Veinte poemas, hay que situarse en el contexto literario e histórico que alimenta el Dossier Neruda. A comienzo del siglo XX, la poesía en Hispanoamérica estaba influida por corrientes como el modernismo tardío, la sensibilidad simbolista europea y ciertas nostalgias romántica. Neruda joven de esa tradición; no rehúye lo emotivo ni lo sensorial, sino que lo configure con urgencia y madurez precoz. El símbolo, en ese momento, sirve para superar lo explícito y sugerir lo íntimo. Además, hay un contexto biográfico; Neruda escribe estos poemas en su juventud, con deseos ardientes, pérdidas tempranas, amores no consumados. Esa tensión entre querer y vivir alimenta la dualidad símbolo/ mundo real. En el Dossier se destacan notas sobre cómo la experiencia personal del poeta imprime emoción real en esos símbolos literarios. También el contexto histórico -un Chile que miraba hacia Europa, con influencias culturales y literarios extranjeras - abre puertas simbólicas (mar, cielo, voces lejanas). Por otras parte, en esa edición digital de la Biblioteca Cervantes se recogen variantes textuales y comparaciones críticas; esa variantes ayudan a ver cómo Neruda revisó sus imágenes simbólicas, reforzó algunas, suprimió otras. Esa edición crítica constituye un contexto interno; Como cada poema formó parte de un libro pensado como unidad simbólica.
Núcleos simbólicos en Veinte poemas de amor y una canción desesperada.
El mar: deseo, infinito y borradura.
Cuando leo en el poema XII: ("Mis palabras se adelgazan... como las huellas de las gaviotas en las playas") En estos versos se condesa la tensión entre la palabras poética, el deseo de comunicación y la inevitabilidad de la borradura, todo bajo el telón de fondo del mar; es decir, que el mar en Neruda no es solo un paisaje, sino un símbolo de inmensidad y movimiento eterno. En este poema, el mar se convierte en escenario de la palabra; lo dicho en la arena queda expuesto a ser borrado por el oleaje. Las huellas de las gaviotas evocan marcas frágiles y efímeras, trazadas sobre un territorio que nunca permanence al mar, es decir, que se convierte en metáfora del tiempo infinito que borra las huellas humanas, tal como olvido borra los recuerdos.
Además, se muestra que el hablante quiere que el deseo se traduzca en palabra, pero reconoce que sus palabras ("se adelgazan"). Esa imagen transmite la debilidad del lenguaje frente a la fuerza del sentimiento. Ese deseo en Veinte poemas es inabarcable; la pasión amorosa la capacidad de la palabra lo que se dice nunca es suficiente para expresar lo que siente, así el símbolo de las huellas frágil refleja la lucha entre la urgencia erótica y la limitación lingüística.
Siento que el mar en la poesía de Neruda es al mismo tiempo deseo y pérdida. El mar es símbolo del mar como inmensidad que abre posibilidad infinitas, pero es borradura; la marea arrastra y disuelve las huellas. El lenguaje poético se reconoce frágil, sometido al mismo oleaje. En este sentido, el mar organiza la tensión entre expresar y desaparecer, entre decir y ser borrado. En el canción desesperada, ese mar reaparece como destino inevitable del río; la metáfora no es solo paisaje, sino una estructura del deseo que siempre desemboca en pérdida.
El cuerpo femenino: cosmos, territorio y origen.
Desde el Poema I, Neruda establece el cuerpo como símbolo central: ("Cuerpo de mujer, blancas colinas, muslos blancos") Aquí, el cuerpo de mujer se convierte en un análisis del paisaje, en topografía del deseo. El cuerpo amado se manifiesta como un universo; colinas, tierra, territorio. La voz poética lo explora como origen y como destino. El erotismo en Neruda no se limita al encuentro íntimo; funda como un cosmos. El cuerpo es metáfora de totalidad, lugar de origen y horizonte de pérdida. En el Poema XX, ese cuerpo ya no está, pero su huella simbólica sostiene la memoria ("Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise"). Este verso está cargado de una paradoja temporal; niega el presente del amor ("ya no lo quiero") y, en la misma respiración, afirma con intensidad su pasado ("pero cuánto la quise") funciona como un desalojo simbólico del espacio del cuerpo amado; es decir, que la expresión reactiva ese cosmos; el recuerdo del amor sigue orbitando como un astro apagado, aunque el deseo actual ha muerto, la memoria mantiene el brillo de lo que fue el amor vivido.
Neruda suele asociar la experiencia erótico con imágenes cósmicas; cielo, estrellas, noche; es decir la expresión ("Pero cuánto la quise") reactiva ese cosmos que no es el plenitud sino archivo del pasado, constelación de lo perdido; porque el verso reconoce que ese origen no se niega ("cuánto la quise") aunque ya no esté presente, el amor fue un territorio habitado de su memoria pero sigue funcionando como punto de partida para la experiencia vital del poema. Es decir, que el verso encierra una contradicción existencial porque el amor, aunque extinguido en el presente, sigue siendo el espacio simbólico donde el yo poético se constituyó en ese cuerpo femenino, entendido como cosmos y territorio, fue origen del deseo y del mundo; al perderlo, el hablante pierde también un orden simbólico; por eso el verso oscila entre la renuncia ("ya no la quiero") y la reafirmación ("pero cuánto la quise") el cuerpo femenino como cosmos vivido no puede borrarse, aunque ya no sea presente.
La noche / ausencia: silencio, distancia y memoria.
En el poema XVI dice con crudeza ("me gustas cuando callas porque estás como ausente") En este verso ha sido interpretado de diversas formas a lo largo del tiempo, más allá de la lectura literal, encierra un complejo entramado de símbolos relacionados con el silencio, la distancia y la memoria, claves en todo el poemario. El verso no significa que la amada debe callar, sino que si silencio adquiere un valor poético; el silencio en Neruda se convierte en un lenguaje invisible, una forma de comunicar sin palabras. El hablante poético contempla a la amada y descubre que incluso sin voz, ella sigue siendo presencia viva. El silencio es un símbolo de plenitud interior, donde el amor se transforma en contemplación. Neruda sugiere que el verdadero sentimiento no siempre necesita ser dicho basta la existencia silenciosa de la amada para llenar el espacio poético.
El hablante declara que la amada ("está como ausente") No se trata de la ausencia real, sino de un efecto de distancia simbólica, la amada está presente físicamente, pero aparece como un ser lejano, inalcanzable, esta distancia alimenta el deseo, el amor se intensifica porque el otro no puede ser poseído del todo. Neruda convierte la ausencia parcial en una forma de belleza, en una condición que eleva a la amada a un plano casi sagrada. En el contexto del poemario, la distancia se asocia con el mar, el horizonte y la noche; todos símbolos de lo vasto, lo inalcanzable y lo infinito.
La noche en Neruda se vuelve símbolo de ausencia y de memoria; es decir, que es un universo, que se convierte en un escenario privilegiado para hablar del amor, la distancia y el recuerdo. En Veinte poemas de amor y una canción desesperada; la noche no es un simple fondo oscuro; es un símbolo ambivalente, que une lo íntimo con lo universal. En ella conviven la pasión, la pérdida y la memoria de lo amado. Es decir, que es un símbolo de ausencia del amor, cuando llega el silencio nocturno, la voz de la amada parece extinguirse y con ello el yo poético experimenta la soledad. En el Poema XV, Neruda escribe: ("Me gustas cuando callas porque estás como ausente") Ese "callar" asociado a la noche remite a una presencia que se vuelve distante, una amada que está y no está. El símbolo nocturno se carga de una sensación de vacío de distancia emocional, en el que el amante percibe la fragilidad de lo vivido.
La noche es también se funde con el cosmos: estrellas, viento, cielo. Estas imágenes amplían la experiencia íntima hasta lo universal . El yo poético se siente diminuto frente al infinito de la noche, y esa pequeñez se relaciona con la pérdida amorosa; lo personal se proyecta en lo cósmico. En ese sentido, la noche es desolación cósmica, un recordatorio que todo amor es frágil frente a la vastedad del universo. En Britannica - Pablo Neruda, habla que en la Canción desesperada; la noche adquiere un tono aún más sombrío ("Emerge tu recuerdo de la noche en que estoy") aquí la memoria del amor perdido surge de la noche como un espectro inevitable. El símbolo nocturno se convierte en metáfora de la desesperación, donde la ausencia ya no se transitoria, sino definitiva. La amada existe sólo en el recuerdo que brota en la oscuridad.
Naturaleza viva: viento, estrellas, bosque (un yo en tránsito).
Al leer este poemario Veinte poemas de amor y una canción desesperada, Pablo Neruda convierte a la naturaleza en un espejo del yo lírico. Lejos de ser simple escenario, el viento, las estrellas y el bosque que vuelven símbolos de un sujeto en movimiento, vulnerable y cambiante. Esta naturaleza viva refleja la experiencia amorosa como un viaje del yo transita del deseo a la pérdida, de la plenitud a la memoria.
El viento aparece como fuerza de tránsito, aquello que pasa, arrastra y cambia. En el Poema XII, el hablante dice: ("El viento de la noche gira en el cielo y canta") El viento es símbolo de un yo poético que no se asienta; se mueve, se dispersa, representa la inestabilidad del deseo y la imposibilidad de retener lo amado. El viento arrastra palabras, recuerdos, huellas, convirtiéndose en metáfora de la fugacidad amorosa. En el campo semántico nerudiano el viento es pasaje y desarraigo; nunca se queda siempre anuncia un cambio. Mientras que en el Poema III, el viento reaparece con un tono de ternura melancólica: ("Ah vastedad de pinos, rumor de olas quebrándose, / lento juego de luces, campana solitaria"). El viento entre los pino es música interior, se traduce el movimiento del alama, el poeta proyecta su emoción sobre el aire, haciendo del viento una metáfora de tránsito del yo.
Mientras que las estrellas aparecen en varios poemas del libro, pero su función simbólica más clara está en el Poema XX: ("Puedo escribir los versos más triste esta noche / Escribir, por ejemplo: La noche está estrellada / y tiritan, azules, los astros, a lo lejos") aquí las estrellas representan la presencia distante del amor amor pasado. Brilla todavía como la memoria, pero están fuera del alcance del poeta. La noche estrellada funciona como escenario cósmico de la melancolía; cada astro es un recuerdo, un punto de luz que testimonio lo vivido pero que ya no es puede tocar.
Mientras que en el Poema VIII el brillo de la amada se manifiesta como un universo ("Apenas te veo y ya brillan las luces de las estrellas") Neruda fusiona el cuerpo femenino con el cosmos. La amada no es parte del mundo; es el mundo mismo. Su presencia desencadena la luz, activa el firmamento. Las estrellas entonces, no están lejos, sino que brotan del encuentro erótico. En este poema, el símbolo cósmico cambia de signo; el brillo de las estrellas es vitalidad y presencia, no es nostalgia. Esta imagen sugiere una fusión del yo y del tú, donde el amor momentáneamente anula la distancia; el universo se enciende con la presencia del pasado.
También se puede observar en las estrellas se puede manifestar como un reflejo de soledad en el Poema IX ("Ebrio de sombra y llanto, hasta el fondo del alma, / me he quedado mirando las estrellas") Aquí, las estrellas vuelven a adquirir el tono melancólico del Poema XX, el hablante mira el cielo como si buscara en él una respuesta. Las estrellas , ahora, son testigos de la ausencia; brilla sobre un amante solo que proyecta su tristeza en la inmensidad del cielo. Neruda usa aquí el símbolo cósmico para representar la inmensidad de la pérdida, el cielo es vasto, pero el poeta se siente más pequeño que nunca. En el Poema XX ("Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos") aunque en este poema no menciona directamente las estrellas, el tino nocturno y el recuerdo implícito de la noche estrellada mantiene su resonancia simbólica; la naturaleza celeste actúa como testigo silencioso de la transformación del amor. Las estrellas permanecen inmutables, mientras los amantes cambian, porque el símbolo representa el contraste entre lo eterno y lo efímero, el universo sigue brillando, pero los cuerpos, las pasiones y las promesas se han extinguido de todo.
En Veinte poemas de amor y una canción de desesperada en la Fundación Pablo Neruda - Obras y archivos, las estrellas son un símbolo total del universo nerudiana expresan el deseo, iluminan el cuerpo amado, acompañan el duelo y preservan la memoria. Su distancia, su brillo constante y su inaccesibilidad resumen la experiencia amorosa; amar es mirar lo que brilla desde lejos, sabiendo que no puede alcanzarse. Neruda hace del firmamento un espejo del alma, las estrellas no están en el cielo están en la memoria del poeta, encendidas por el fuego del amor perdido.
La economía del dolor en Pablo Neruda: escribir como símbolo del tiempo y el olvido.
En Veinte poemas de amor y una canción desesperada, Pablo Neruda transforma el acto de escribir en una forma de sobrevivencia emocional. La escritura es su manera de contener lo que el tiempo destruye: el amor, la presencia, el cuerpo. En este sentido, el poema no sólo expresa el dolor: lo administra, lo mide y lo ritualiza. De ahí el título de esta lectura: la economía del dolor, porque el hablante funciona como una unidad de compensación entre lo que se ha perdido y lo que puede recordarse. Entonces, en el Poema I ("Cuerpo de mujer, blancas colinas, muslos blancos, / te parece al mundo en tu actitud de entrega") En este primer poema, el dolor todavía no aparece abiertamente, pero se anuncia en la entrega total. El cuerpo femenino es el "mundo", un territorio de deseo que el poeta conquista, pero deja marcas y heridas.
El placer lleva dentro de su pérdida futura. Neruda anticipa que el amor es gastar algo esencial, una inversión emocional que más adelante se convertirá en deuda, el dolor de haber amado demasiado. Mientras que el Poema VIII ("Apenas te veo y ya brillan las luces de las estrellas // Tú eres la sed y lo que ha de saciarla") Aquí el lenguaje se expande, también se consume, el poeta eleva a la amada al nivel del cosmos, pero al hacerlo, consume su deseo en el exceso. Cada imagen grandiosa es un gesto simbólico del amor brilla y, por brillar tanto, se extingue, la economía del dolor empieza en la exaltación cuanto más intenso el placer, más devastador será el vacío que lo sigue en el poema.
Además, en el Poema ("Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos") En este verso es una de las formulaciones más precisas del concepto de economía del dolor. El yo poético reconoce que el amor ha cambiado, que el tiempo lo ha depreciado lo que fue plenitud ahora se mide en pérdida, el pasado se convierte en capital afectivo gastado. La escritura no restaura lo perdido, pero lo contabiliza, transforma la emoción en memoria, la experiencia en palabras. También se puede observar en el Poema XVI ("Pesando, enredando sombras en la profunda soledad, / tú también estás ausente") En este verso la escritura se convierte en un ejercicio de repetición melancólica, el yo lírico repite, reescribe, teje y desteje sombras como si quisiera mantener vivo el amor mediante el lenguaje, pero cada verso adicional profundiza el vacío; la economía del dolor se muestra en la ineficiencia del gasto emocional, cuanto más escribe, más consciente se hace de la ausencia. En la canción desesperada ("Emerge tu recuerdo de la noche en que estoy") En el cierre del libro, el dolor ya no se mide, se desborda, la economía del sufrimiento alcanza su límite. El recuerdo emerge como una marea que lo cubre todo, el poeta se da cuenta de que ni siquiera la escritura basta para contenerlo. Sin embargo, al escribir esta última "canción desesperada" Neruda cumple el ciclo que transforma el desborde en la obra poética. El amor no puede revivir, pero la palabra si puede darle forma al vacío. La economía del dolor consiste en transformar el amor perdido en lenguaje, el sufrimiento en ritmo, el recuerdo en permanencia .
El símbolo como llave de lectura en Veinte poemas de amor y una canción desesperada.
En Pablo Neruda, el símbolo no adorna la emoción, la construye, su poesía amorosa no puede entenderse sin una lectura simbólica, porque cada imagen, el cuero, el mar, la noche, el viento, la escritura, funciona como un eje estructura de sentido. Por eso, el símbolo es la verdadera llave que permite abrir la arquitectura de su obra, revela cómo el deseo, el tiempo y la pérdida se organizan en un sistema de correspondencias poéticas. La poesía de Neruda, especialmente en Veinte poemas de amor y una canción desesperada, no narra una historia lineal de amor, sino un circuito simbólico donde cada elemento natural o corporal representa una dimensión del ser.
Entonces, el cuerpo femenino es tierra, el origen, la materia viva del mundo; el mar es deseo y movimiento perpetuo, símbolo de eros, también de borradura; la noche es el espacio donde la memoria actúa, donde el amor perdido se convierte en pensamiento y recuerdo; la escritura es el ritual que intenta suturar la herida, la forma de supervivencia frente al olvido. El símbolo, por tanto, no decora la emoción, la organiza; es el andamiaje invisible que da coherencia al libro, un sistema poético donde los temas se interconectan como constelaciones.
Es decir, Neruda construye una poesía en la que el símbolo no solo pertenece al texto, sino que habita al lector cuando el lector reconoce el mar su propia deseo, en la noche su nostalgia o en el silencio su herida, el poema deja de ser ajeno, se convierte en experiencia compartida. Por eso, el símbolo es la llave universal, abre las puertas de la empatía. El libro no sobrevive sólo por su belleza formal, sino porque nos devuelve nuestra propia biografía efectiva; entonces. el dolor, el amor y el olvido dejan de ser temas literarios para convertirse en estructura de reconocimiento. Por lo tanto, cada poema puede leerse de forma independiente, pero todos están vinculados por la resonancias simbólicas, que actúa como un puente entre lo personal y lo universal.
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Bibliografía
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