La casa muerta de Miguel Otero Silva...
La memoria como un estallido de lo vivencial en el pueblo de Ortiz.
Eduardo José Blanco Landaez.
“Esa mañana enterraron a Sebastián”. Desde esta primera línea el autor Miguel Otero Silva en su novela Casas muertas (Venezuela: Monte Ávila,1955) muestra la noción del tiempo que está entretejido en la novela, porque ésta comienza con la muerte de un personaje central para el desarrollo de la trama novelesca. El telón de fondo es la memoria, utilizada como un recurso literario y como elemento trascendental de la existencia humana, porque quiebra el cotidiano de la vida de una joven, Carmen Rosa, quien es la voz infantil que a lo largo de la novela va madurando hasta convertirse en la voz de una mujer guerrera y seductora.
En palabra de Gabriel García Márquez: “La literatura se nutre de la memoria”; en la novela ésta es hilo conductor de una trama que se construye del narrar como artificio al conversar con el otro, con la simplicidad del quehacer cotidiano. Es en este punto, donde se detiene la voz de la niña para recrear a sus lectores la tradición venezolana, en la cultura de un pueblo que está en un proceso de industrialización y el cual ha quedado en ruinas. Esta tradición tiene su punto focal en el Pueblo de Ortiz, donde la joven comienza sus vivencias, experiencias de vida en relación con los demás y consigo misma, porque ella se encuentra bajo la mirada de lo qué es el sentir de un venezolano; es decir, ella está formando su identidad como una venezolana pueblerina, que está viviendo el proceso petrolero.
Dentro de esta atmósfera de ruinas, de vacíos, se crea una historia de amor entre Carmen Rosa y Sebastián. Ella es esa voz femenina que va marcando el paso de la novela mediante una memoria que construye la vida de este hombre que ha muerto, Sebastián, y lo hace a través de sus recuerdos y las vivencias de los demás personajes que le van contando cada una de las anécdotas que han vivido con él. El narrador se vale de esta mujer y de las conversaciones que ella tiene con los demás personajes para ir construyendo la vida de este hombre; que es el pueblo en sí mismo, porque su muerte significaba la destrucción del pueblo y la miserable existencia de sus habitantes: “Pero había muerto Sebastián, cuya presencia fue un brioso pregón de vida en aquella aldea de muertos, y todos comprendían que su caída significaba la rendición plenaria del pueblo entero” (18). En este punto es un importante mencionar a Lacan porque hace referencia a la memoria “ (...) no es un espejismo en el cual podemos encontrar el pasado sino que por el contrario el olvido es un tropiezo de la memoria” Así como la memoria es importante, el olvido también lo es: una vez que Sebastián muere, el pueblo y todo a su alrededor se va carcomiendo. El olvido se convierte en parte de la existencia de los pueblerinos de Ortiz que dejan atrás todo lo vivido. Una vez que ha recopilado todos los testimonios de las vivencias de Sebastian, Carmen Rosa decide partir dejando el pasado atrás.
Las emociones de Carmen Rosa son presentadas por el narrador mediante una atmósfera, donde ella es capaz de discernir sobre la vida y sus complejidades porque se cuestiona, reflexiona sobre su existencia como un sendero muy duro y cruel, en cual no hay paradigma, sólo enigma, y que llevan a los seres humanos a ser parte de ella, como una creación espiritual tal y lo muestra en la novela. Estas emociones son un juego frenesí entre la quietud y desconsuelo. En ella se muestra una antítesis de emociones; ese el planteamiento, el juego entre la razón y frenesí de este personaje que se muestra calmada, pero internamente se evidencia muy desesperada, no sólo por ver sus sueños caerse en un instante a otro, sino por las implicaciones de una vida destruida. Para este personaje femenino es de gran importancia y valor comprender esta existencia humana desde su lado más visceral y miserable, ya que ella ha crecido en un pueblo en ruinas. Por ende, su entorno y toda su circunstancia serán vistos desde el punto de vista más desconsolador de la existencia del hombre. El narrador pone a través de ella, un ciclo en la novela que se termina, pero nuevamente se abre a través de la memoria de los personajes o la voz de Carmen Rosa, que va de alguna manera narrando desde el recuerdo de algún personaje la vivencia de Sebastián, como un ser fuerte, valiente, que no debió de morir tan rápidamente. Lo novedoso es cómo se cuenta esta historia desde una óptica que está instalada desde la memoria episódica de esta mujer. El personaje de Carmen Rosa mediante todos estos sucesos narrados puede mostrar las peripecias del pueblo de Ortiz.
Se muestra la desolación de Carmen Rosa en la siguiente cita textual: “Al principio luchó por impedir que llegara hasta sus ojos esa lluvia que le estremecía la garganta. Sabía que Sebastián, como confirmación inapelable de su sentencia a muerte, sólo esperaba ver brotar sus lágrimas”. En este extracto se evidencia esa voz del narrador que se instala en la memoria de Carmen Rosa, en la cual escapa los episodios melancólicos del pasado y del presente que se van tejiendo, se enlaza y se reconoce mediante esos pensamientos que son parte de la carente vida de ella. Las voces de los habitantes se unen para revivir el sufrimiento de Carmen Rosa, quien se muestra valiente, firme, pero, en el fondo de su ser, devastada. Mediante esas voces memorísticas se evidencian un uso del lenguaje poético, que logra que la melancolía, frustración, soledad, se construyan en una atmósfera entre lo real y lo ficcional, da cierto matiz mágico y seductor a una novela de transición.Por su parte, esta novela cuenta con carácter histórico que está desde esa diégesis que solo se mantiene si los personajes poseen el conocimiento procedentes de la imaginación y de la memoria para poder construir el pueblo de Ortiz, que está previsto de un realismo, veracidad y coherencia en ese universo narrativo contado por Carmen Rosa a través de las vivencias de cada uno de esos personajes que hace que la historia tenga ese colorido. Todo se logra mediante un lenguaje claro y sencillo, una retórica muy testimonial, responsable de las reiteradas analogías con la crisis que se presenta en la novela y la realidad de Venezuela. A partir de acá se puede evidenciar esa carácter histórica de la novela, porque se describe de una forma muy dramática de la desaparición, bajo el azote del paludismo un tal pueblo de Ortiz, que está situado en los llanos de venezuela. Como se observa en la siguiente cita textual: “Murieron muchos orticeños, cinco por día, quince por día, y fueron enterrados quién sabe dónde y quién sabe por quién. Otros, familias enteras, huyeron despavoridas, dejando la casa, los enseres, las matas del patio, el perro. Desde entonces adquirió definitivamente Ortiz ese atormentado aspecto de aldea abandonada, de ciudad aniquilada por un cataclismo, de misterioso escenario de una historia de aparecidos” (Otero, Monte Ávila, 1955). Claro no se puede dejar de un lado, el contexto histórico que se presenta en la novela, también no se podemos dejar de un lado el éxodo rural provocado por la decadencia o derrumbe de los sistemas económicos agrícolas por la industrialización, sobre todo el proceso de la industria petrolera que causa el movimiento de oleadas de migración; es decir se deja el campo para irse a la ciudad, buscar una mejor vida. Esto se muestra en la novela cuando: “Carmen Rosa no estaba dispuesta a derrumbarse con las últimas casas de Ortiz. Tras meditarlo largamente, se lo dijo a doña Carmelita una mañana:
-Nos vamos a Oriente mamá (…)
Un día de mayo abandonaron las casas muertas” ( Otero, Monte Ávila, 1955).Asimismo la novela en el capítulo VI hace una referente muy importante haciendo alusión “Este es el camino de Palenque” esto hace una vinculación tanto temporal como política a Ortis y a sus habitantes con el grupo de protagonista de la novela Fiebre dond ellos van al campo de concentración: “Un mediodía de noviembre, era domingo por cierto, se detuvo un autobús en Ortiz. (…) Los estudiantes ignoraban la meta de aquel autobús amarillo que corría locamente con ellos adentro. (…) Tan solo vislumbraron el destino que les aguardaba cuando el autobús abandonó la carretera que iba en busca del mar y torció bruscamente hacia los Llanos” (Otero, Monte Ávila, 1955).
El problema en la obra Casas muertas sobre el amor es que éste no se plantea desde ese mundo posible, sino se muestra a través de un recuerdo, de un relato o de una conversación. Por ello la información es mínima, sólo se conoce el hecho, mas no los sentimientos interiores de los personajes, es una especie de narrador cuasi omnisciente que se instala en la memoria de Carmen Rosa. Éste ve una panorámica sobre las relaciones amorosas en la obra, pero no puede profundizar en las circunstancias que se dio ese amor. Detrás de ello se encuentra el problema de la industrialización petrolera de Venezuela, que es parte de una crisis vivencial de todos aquellos que viven en los pueblos que desean irse a la ciudad para encontrar mayores oportunidades de trabajo, el éxodo rural está marcado al final de la novela para marcar el inicio de una existencia tanto para Carmen Rosa como de los demás personajes; porque Sebastián queda en el olvido y en la ruina, junto a las casas muertas.
Bibliografía
Otero Silva, Miguel (1955). Casas muertas. Editorial Monte Ávila. Caracas.
Lacan, Jean. Seminario XIV. La lógica del fantasma. inédito. Versión interna de la FBA.
S. Freud: El block maravilloso. O. C. Ed B. Nueva.
Gabriel García Márquez. Literatura y memoria, publicado por el Programa Editorial de la Universidad del Valle en noviembre de 216.
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